Un ogro monstruoso, más grande que siete casas, llegó al bosque, para acabar con las hadas. Quería arrojar tierra sobre sus alas para que no pudieran volar nunca más. Pretendía aplastar a los gnomos, espachurrar a los elfos, bajar el volumen del Sol, mandar la Luna a Marte, y robar los sueños de los erizos y de las ardillas, para matar la imaginación y las ilusiones. Decidí que tenía que luchar con él, aunque sólo tenía un escudo hecho con una sartén, y una espada de madera. Pero era mejor luchar, que quedarse aletargado el resto de mi vida.
Cuando el ogro me vio, tan pequeño, se echó a reír con tanta fuerza que se atragantó. Hizo un ruido tremendo al desplomarse contra el suelo, y su alma se fue al infierno de los malos.
Hoy hemos convertido su cuerpo en un parque de atracciones. Las hadas ríen felices en el túnel del amor que hemos cavado por debajo de su cabeza, los gnomos se deslizan por la montaña rusa de su barrigón, los elfos organizan visitas desde otros bosques, así tienen descuento, el Sol brilla como nunca y la Luna guía a los que se extravían por la zona. Los erizos y las ardillas pasan las noches soñando, y yo, con la sartén, he preparado una buena cena para ti (siempre habrá una buena cena para ti). La madera de mi espada arde en la chimenea.
Ven, ven a mi bosque, estás invitada, y aquí, no hay ogros.