29 agosto 2006

Cuando cierras los ojos y te duermes

Sé que estás cansada, agotada tras un día largo en un mundo grande para alguien tan dulcemente pequeño como tú, y por eso, te duermes, al fin, y cuando tus bonitos párpados protegen tus ojos preciosos de lo que queda de luz, y cuando tu cuerpo se relaja entre las afortunadas sábanas que lo envuelven, formando una silueta con tanta simetría como encanto... dejas de percibir lo que ocurre a tu alrededor. Pero yo sí lo veo, porque no duermo nunca. Voy a contártelo al oído, para que sólo lo sepas tú.

Los planetas se acercan al sol y se ponen a girar ordenadamente en un corro en el que también está Plutón: “”Eh,, que soy pequeño pero sigo siendo un planeta, puedo participar, ¿verdad?” “Claro”, le responde el Astro Rey. “Eres uno de los nuestros, baila con nosotros y celebra que ella al fin descansa”.

Y mientras, tú te vas adentrando en el Mundo de los Sueños, mientras yo velo tu descanso...

Los árboles del bosque que rodea tu casa se ponen a enumerar tus hazañas del día. “Hoy se ha tomado el desayuno enterito. ¡Quién fuera desayuno...!”. “Me han dicho que se ha probado un vestido que le quedaba tan bien, que el dueño de la tienda se lo ha regalado”. “Yo tengo el privilegio de estar en su ruta de entrenamiento, y ha pasado tan cerca de mí, que he podido sentir el aire sacudido por su pelo largo”. “(llorando) Yo quiero que me planten al lado de su casa”. “Cállate, Sauce Llorón, no empieces con la llantina”. “¿Sabéis si se ha dormido ya?”. “A ver si espabilas, Higuera, que estás como tonta. Claro que se ha dormido, por eso hablamos”. “¿Podemos cantarle una canción de amor?” . “¡Ni hablar, Perales!”...

Ahora estás dentro, en el paraíso Onírico que te ha recibido como la invitada de honor, y te subes a lo alto del arco iris para dejarte caer por él, como si fuera un tobogán. Tranquila, te recogeré cuando llegues abajo.

Los delfines del zoo han venido volando hasta mi casa para preguntarme cuándo te voy a llevar a verles. Dicen que quieren nadar contigo...

Una ardilla me ha ofrecido sus mejores nueces, dice que son para ti...

Y tú, ahora, estás en una playa bajo el sol, y el mar te mece, y te quedas dormida dentro de tu propio sueño, y sueñas que sueñas. Y en tu sueño, dentro del sueño, recuerdas que no te llegué a contar la historia de los dedos, y que tenías que haberte comprado los vaqueros tan chulos, y que te apetece volver a verme.

Entonces despierto de mi sueño, en el que he entrado sin dormir, y veo que tú sigues durmiendo y soñando, y te arropo desde aquí, aunque hoy te sienta tan lejos, y me duermo para soñar que soñamos el mismo sueño.

20 agosto 2006

Vidrio y Papel

Basado en una historia real
Foto: Juanjo

Cerca de su portal, hay dos contenedores de vidrio y papel que la ven pasar todos los días. A veces hablan, a veces les oigo... Esta historia ocurrió hace muy poco.

Vidrio: Qué calor hace hoy, ni siquiera tengo una jarra de agua fresca.
Papel: El abanico que he improvisado con cuatro cartones sólo sirve para remover el aire caliente.
Vidrio: Mira, creo que la he visto por la ventana.
Papel: No lo creo, aún es pronto y anoche estuvo leyendo el periódico hasta muy tarde.
Vidrio: Si tuviera unos prismáticos, podría verla de cerca.
Papel: Yo estoy cansado de esperar, voy a pasar a la acción: le estoy escribiendo un cuaderno de historietas.
Vidrio: ¿Y si la invito a tomar un buen vino? Tengo alguna botella.
Papel: Cuando pienso que las ramas de ese árbol están tan cerca de su terraza que una ardilla podría subir a verla todos los días...
Vidrio: Sí, qué suerte. Estoy pensando... si el vidrio procede de la arena, cuando está en la playa, es como si estuviera conmigo.
Papel: En cierto modo, pero no olvides que cuando sale a correr por el bosque, está rodeada de árboles, millones y millones de hojas potenciales en las que algún día, alguien le escribirá cuentos, papel que se convertirá en historia.
Vidrio: Tienes razón, además no tenemos nada que hacer. He oído que van a traer un contenedor de reciclado de envases de plástico.
Papel: ¿Plástico? ¡Qué aberración! Eso no es natural, no creo que a ella le guste.
Vidrio: Ya, pero es amarillo, moderno, actual, los clásicos como tú y como yo tenemos los días contados.
Papel: Sí...los días contados...

Ella apareció, guapísima, por cierto, y se acercó de repente a los dos contenedores, que se quedaron callados y quietos. Tiró una botella en el de vidrio, pero se detuvo antes a releer la etiqueta, como si quisiera memorizar la cosecha, debía ser un buen recuerdo. A continuación, tiró un par de periódicos viejos que venían de lejos. Sonrió al mirar las fechas, cosas suyas.

Al subir la cuesta, los dos contenedores parlanchines aprovecharon para contemplar su silueta, que desaparecía a saltitos hacia un nuevo día. Se subió al coche verde, que arrancó cariñosamente, con una sonrisa dibujada en sus faros.

11 agosto 2006

Paris, une nuit du mois d'Août 2006


Basado en una historia real
Foto: 9 de agosto, Juanjo


He vuelto a pasear por las calles de mi ciudad preferida, y aunque estaba lejos de ti, he sonreído imaginando que se dirigían a ti los vendedores de los puestos, que salen a la calle a ofrecer sus productos. Te he visto diciendo: “non, merci”, con tu educación y tu “gentillesse”. Hemos visto escaparates de lujo, y te has probado un vestido caro, y estabas preciosa. Te he llevado a un café de la rue Montorgueil, y eras tú quien tenía que hablar con la camarera: “Juanjo, no me hagas esto”, y me he vuelto mudo para que practicaras el idioma, y la camarera ha puesto una ligera cara de asombro al tomar nota, y nos hemos reído al ver que nos traían diez cervezas. “Bueno, eso es lo que has pedido” y me has arreado un guantazo cariñoso en ese local oscuro, con velas, muy parisino. He cenado contigo hasta muy tarde, más que en Madrid, porque los parisinos se han vuelto más permisivos, y te ha encantado el postre. “Mmmmmmhhh”, y al volver al hotel, el taxi ha bordeado La Seine, y te he señalado edificios iluminados, l’Île Saint-Louis, los campanarios de Nôtre-Dame, y te has acurrucado contra mí, porque hacía fresco, y la luna llena sobre París nos ha transformado, como en una vieja canción, et tu m’as embrassé, sauvagement.

06 agosto 2006

Lejos

Foto: Juanjo, recordando la última puesta de sol que vimos juntos

01 agosto 2006

Los ingredientes

Huevo soñaba con fundirse en Ella. Harina pensaba constantemente en Sus dedos. Azúcar imaginaba cómo sería jugar con Sus labios. Levadura fantaseaba con Su lengua. Mantequilla y Leche discutían sobre quién de las dos conquistaría Su corazón. Pizquita de Sal se erotizaba con la idea de pasear entre Sus dientes.

Se pusieron de acuerdo y decidieron salir en busca del único que podía ayudarles: Bollito, el pastelero. Bollito había sido uno de los mejores pasteleros del barrio, y su fama se extendía por toda la ciudad. Su pan era, también, el mejor de los panes. Llegó la pastelería moderna, industrial, y un día, decidió no volver a amasar nunca más, porque consideró que el ser humano era desagradecido por naturaleza.

¿Habéis visto alguna vez un grupito de ingredientes caminar por la calle en busca de un pastelero retirado? Pues es lo que vieron los que se cruzaron con Harina, Mantequilla, Pizquita de Sal, Huevo, Leche, Azúcar y Levadura.

Bollito, el pastelero, daba largos paseos por la Casa de Campo de Madrid. No les costó localizarle. Escuchó la extraña petición del extraño grupo que tenía un extraño plan, y aceptó. Le acompañaron hasta una cabaña que parecía abandonada, y cuyo centro estaba dominado por un hermoso horno antiguo. Ceremoniosamente, se despidieron antes de que él los mezclara. Después, sintieron mucho calor, pero al final consiguieron su primer propósito: se habían convertido en un hermoso croissant.

¿Os he hablado de él? Bueno, no hay mucho que decir. El caso es que él se fue a dar una vuelta mientras hacía tiempo para verla, y le llamó la atención el olor delicioso que provenía de una cabaña que parecía abandonada. Se atrevió a entrar y se encontró con Bollito, el pastelero, que le tendía con amabilidad el croissant que había elaborado cuidadosamente, como antaño. “Toma, es para Ella”. Le dio las gracias, sin entender, y se fue a buscarla.

Cuando Ella llegó y vio el manjar sorpresa, emitió un par de grititos característicos que, en su lenguaje, querían decir que estaba muy contenta y que se lo iba a comer de inmediato.

Tomó el croissant con sus deditos, muy bonitos por cierto. Al morder, Levadura, Harina, Huevo, Azúcar, Mantequilla, Leche y Pizquita de Sal, los ingredientes que se habían unido para llegar hasta su boca sintieron un placer inmenso. Ella también sintió un gran placer, y él, al ver su cara de felicidad. Y Bollito, el pastelero, volvió a hacer pasteles, pan y bollos, exquisitos, que olían bien.

Y el mundo mejoró un poquito, no mucho, pero un poquito.